Leer juntos, crecer juntos
Los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo.
JULIO CORTÁZAR
Uno de los principales beneficios de la lectura -más allá de la imaginación y la literatura- es la posibilidad de tejer lazos y transitar caminos parecidos.
Saber que profesores, padres e hijos comparten lectura y tratan de descifrar juntos los mecanismos de la poesía es, para un escritor, lo que da sentido a su tarea de escribir y un buen ejercicio de comunicación familiar. Gracias por ello a todos los que buscan en el libro Consumir preferentemente la mejor oferta poética. Sólo espero que muchos salgan de esa búsqueda con las manos y el corazón llenos.
Cifuentes
La tarde en que tenía que reunirme con el grupo de Leer Juntos en Cifuentes la pasé junto a Helena Castro -excelente coordinadora y anfitriona- en Mejorada del Campo viendo la Catedral que está construyendo allí Justo Gallego. Y lo cierto es que regresamos, al menos yo, con el ánimo y la motivación renovados. Saber que un hombre dedica su vida y su trabajo para hacer real un sueño resulta estimulante para afrontar con esa misma decisión cualquier empresa. Helena me contó que había cierta expectación con relación a mi visita. El trabajo con lo chicos, en el Instituto, fue muy bien. Muchos llegaron a sus casas con una visión diferente sobre la poesía y compartieron con sus padres la experiencia. Algunos tenían la sospecha de que el tal Raúl Vacas era un fingidor, en el sentido que señala Pessoa: “el poeta es un fingidor / finge tan completamente / que hasta finge ser dolor / el dolor que, en verdad, siente”. Otros vislumbraron a un poeta con oficio, sobre todo en los poemas que exigen del dominio de ciertas destrezas métricas. Otros intuyeron a un joven, ya metido en la treintena de años, capaz de hablar desde la pasión y su propia vida. Y otros descubrieron, con envoltorio comercial, la cantidad de músculos, ideas y resortes que es capaz de mover el amor y también la muerte.
Escuchar a los padres y madres que forman parte del proyecto “Leer Juntos” en Cifuentes (Guadalajara) fue un placer. Porque la poesía, a pesar de las muchas carencias y prejuicios que impiden disfrutarla y sentirla con pasión, es una de las experiencias lectoras más completa. Leer un poema es jugar a disfrazarse, a mirarse por dentro, a descubrir palabra sobre palabra el sentido de cuanto nos rodea. Leer poesía es apostarlo todo al rojo, al corazón.
De la mano de Toni y Helena -impulsores del proyecto “Leer Juntos” en Cifuentes- un grupo de padres y madres se reúnen para leer y para compartir, cada cierto tiempo, un encuentro con alguno de los autores leídos. Todo ello en un ambiente relajado y cálido, al que contribuyen con efectos comprobados el moscatel y los dulces, que ayudan a digerir algún poema o algún párrafo o afrontar con determinación las intervenciones. Pero si tiramos del hilo de ese placer por la lectura en Cifuentes llegamos hasta Huesca y descubrimos a dos de las artífices de esta empresa cimentada con tiempo y con muchas horas de entrega y esfuerzo: Merche Caballud y Carmen Carramiñana. Ambas pusieron en marcha este proyecto hace más de una década y continúan estimulando a propios y extraños para contagiar -vía oral o escrita- su pasión por los libros.
Todo ese esfuerzo después de muchos años nos hace pensar en el compromiso personal y colectivo del lector y es, tal vez, la mejor de las campañas para hacer real el entusiasmo por la lectura.
Resulta reconfortante y esperanzador saber que la pasión por los libros se sustenta en gente con ganas de generar complicidades, de aprender, de crecer en familia en torno a la literatura. Y en esa tarea (en la que todos debemos ser cómplices) de devolver a niños, jóvenes y mayores el gusto por los libros, es fundamental el trabajo de quienes creen en las palabras y quienes contagian con su ejemplo y su trabajo su pasión por la lectura.
Y así, de ínsula en ínsula, uno descubre el entramado de relaciones literarias y extraliterarias que genera el proyecto de Leer Juntos, verdaderas autopistas para el tráfico de libros. Uno puede pensar que la lectura es un ejercicio íntimo, que los libros son habitaciones de hotel donde cada quien entra y sale, hace y deshace a su antojo. Pero leer es un acto solidario y es, sobre todo, una tarea colectiva. Del mismo modo en que aprendemos a leer y escribir en el colegio junto con otros niños, debemos aprender a compartir los entresijos de la lectura; intercambiar ideas, despejar incógnitas, saborear versos y párrafos. Que un padre y un hijo intercambien ideas y sentimientos con relación a un mismo libro es una tarea más que necesaria. ¿De qué sirve leer y registrar lo leído en nuestra memoria si no somos capaces de compartir los efectos secundarios de la lectura y poner en común las sensaciones y sentimientos que ha despertado en nosotros un determinado libro? Leer no significa pasar hojas y suspirar de emoción o bufar de rabia al llegar al final. Leer es crecer, compartir, sacar factor común, dar, recibir, enseñar, aprender; y todo esto se hace mucho mejor en grupo, aunque cada cual sostenga el placer y el privilegio de leer por sí mismo.
Yo creo en la literatura que gradúa la vista; que es capaz de imantar la mirada, de disgregarla, de envolverla en el papel, de regalarnos ideas y sentimientos. Creo en los libros capaces de amaestrar los sueños; en las enciclopedias abiertas por la palabra “amor”; en los diccionarios de sinónimos que nos enseñan a degustar, saborear, paladear cada palabra como manzanas de feria.
Fernando Savater lo dice con mejores palabras: “Ser por los libros, para los libros, a través de ellos. Perdonar a la existencia su básico trastorno, puesto que en ella hay libros. No concebir la rebeldía política ni la perversión erótica sin su correspondiente bibliografía. Temblar entre líneas, dar rienda suelta a los fantasmas capítulo tras capítulo. Emprender largos viajes para encontrar lugares que ya hemos visitado subidos en el bajel de las novelas: desdeñar los rincones sin literatura, desconfiar de la plazas o las formas de vida que aún no han merecido un poema. Salir de la angustia leyendo; volver a ella por la misma puerta. No acatar emociones analfabetas. En cosas así consiste la perdición de la lectura. Quien lo probó, lo sabe."
Gracias a quienes, día a día, sostienen la tarea y el compromiso con relación a la lectura. Y gracias a todos los que en Cifuentes me hicieron sentir el privilegio de ser escritor y con quienes compartí un encuentro inolvidable.
Raúl Vacas
Encuentro con alumnos en el IES de Cifuentes
da gusto escucharte
ResponderEliminarImagino que has disfrutado y han disfrutado un montón!!!!!! Yedra
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