Pasa al interior y ponte cómodo

9.2.06

Corte y confección


Ofelia

Nunca la noche estuvo tan hermosa como cuando la tísica flotó, aguas abajo, escoltada por un banco de sardinillas que jugaban a pasar entre sus dientes tan blancos, con los cabellos enredados de algas y lotos y los brazos extendidos como alas.
Sin embargo, el forense indicó a los guardias que impidieran a la gente acercarse por miedo a que la muerte les contagiara su estética, y en las noches venideras se las pasara levantando cadáveres en un pueblo tan impresionable.

Isabel Castaño


Sabuesos

Las madres de Rodas tienen la nariz alargada como un perro de caza y encierran en ella un laboratorio con el que descifran y manipulan el ánima de sus hijos.
Las madres de Rodas son capaces de oler y capturar la esencia de la risa, que es un unte colorado que lustra la piel de las mejillas y curva la comisura de los labios, y con ella se embadurnan los domingos rodillas y codos para acudir risueñas al baile.
Las madres de Rodas destilan el miedo, gélido y gris, que tiene sonido de huesos sueltos y castañuelas en los dientes y agranda los ojos y los asombra, y lo atrapan en calabacillas con las que espantan lobisomes, enlutados y raposas.
Las madres de Rodas atemperan la calma, un sedante azul de olor templado que vigilan a menudo, porque si comienza a oler a caramelo tostado se convierte en desgana y ablanda las ternillas del niño y lo vuelve marrón y singüeso.
La inquietud y la angustia, con su olor a palomar, las atrapan con añagazas de hembra, y cuando una madre de Rodas lo huele sabe que una paloma anida en el pecho de su hijo, y zurea amorosa y saca pechuga para engañar al pájaro prometiéndole palomares más anchos y habitados, y la paloma, envidiosa, se traslada al suyo.
Saben las madres de Rodas que en los rollos del cuello del niño cuando sestea está el olor más dulce, como de miel templada al sol, y con él doran pestiños y garrapiñan almendras que le ofrecen cuando despierta.
Con el olor de los pies de sus hijos, que son de tierra y desprenden el aroma de las piedras de arcilla cuando les echas el aliento, las madres destilan pachuli para engatusar a los hombres, y con el de las manos, tan aéreas, ambientan sus casas y barren el rastro a pócima de sus cocinas.
Las madres de Rodas tienen la nariz alargada de un sabueso, e intercambian entre ellas los ungüentos y esencias que extraen del cuerpo de sus hijos formando un extraño arco iris en las alacenas.

Isabel Castaño


Un paso

Distancia recorrida en cada movimiento al andar

Hoy hace frío, amor.

He caminado al bosque de los sueños
con el ánimo de hallar, tras la maleza,
al lobo de las cacerolas.

Tal vez no queden números,
respuestas, pasos, malvavisco que cortar
mientras derramo la mirada
entre las zarzas tristes como las lechuzas.

Llegará, cuando muerda las raíces tiernas,
el tiempo de los cazadores
que esconden su fortuna en las veletas
y te diré, quizá, que soy y he sido.

Hoy hace frío, amor

Un frío que recuerda a las caricias
de los muertos de ciudad,
a los cabos del tiempo y la memoria,
a fragmentos de lluvia y armaduras.

Hoy hace frío amor, hoy hace frío.
Vuelvo al hogar,
y hay lumbre en la ventana.



Siete pasos

p.us. Repaso o explicación que hace el pasante a sus discípulos,
o conferencia de esos entre sí sobre las materias que estudian.


Despertad a la rosa, al ganso, al hombre escandinavo,
al perro del infierno. Tomad en posesión todos
los úteros, todas las latas de conservas,
toda la lluvia de los aspersores.
Perdonad al amor y a los bastardos
cuando mude sus pieles.
Levantad vuestros ojos por encima del mundo.
Llorad en broma.
Vigilad el pulso de los elefantes machos
que sueñan con oboes.
Escribid al lado del poema.
Mordedlo, cabreadlo, destruidlo incluso.Resucitad, amigos, resucitad.

Raúl Vacas

Tenemos que advertirles de que éste no es un libro como los otros. Éste tiene espinas, encierra dentro el número de nuestro pie, la medida del tiempo recién muerto, las huellas del forense, el perfume de los cuerpos que contagia por inhalación y no tiene cura conocida. Éste es un libro sin pespuntes, nacido de las sombras y la sangre espesa, del corazón del sastre, del rencor del rayo, empollado de noche en un nidal oscuro y sin gallinas, criado entre las sayas de las viudas a la luz de la lumbre y las tormentas. Léanlo, o no lo intenten siquiera. Vivirán más años.

A la venta en: Víctor Jara (Salamanca), Librería Núñez (Zamora)

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