Pasa al interior y ponte cómodo

5.5.07

Bicicletas para el recuerdo


El Comité de Bici Urbana de Salamanca "Guardabarros", junto con Amigos de la Bici, Ecologistas en Acción, la Univeridad de Salamanca y la Fundación de Iniciativas Locales han elaborado un completo programa de actividades en torno a la bici: cineforum, paseo reivindicativo, visitas culturales, desayunos para los usuarios, fiestas, recorridos en bicicleta por la ciudad y provincia y varias exposiciones.

Yo he tenido el placer de colaborar con ellos, gracias a Almudena, seleccionando los textos que acompañan a las bicicletas expuestas en la Facultad de Geografía e Historia con el título de Bicicletas para el recuerdo, cedidas para la muestra por la Fundación Gómez Planche.


VA SOBRE RUEDAS

"¿Por qué en los días de lluvia cruza una bicicleta
en silencio por nuestro corazón?”

Ángel González


La bicicleta, nadie puede negarlo, es el medio de locomoción que mejor evoca nuestros recuerdos de infancia. Subirse a una bicicleta, después de muchos años sin hacerlo, es subirse a la palabra nostalgia. De repente recordamos mil y una historias, mil y una caídas, el día en que aprendimos a montar sin ayuda de nadie ni accesorios, el día en que aprendimos a pedalear sin manos o el día en que abandonamos, en el pueblo, nuestra bicicleta.
Muchos directores de cine, cantautores, poetas, fotógrafos, artistas plásticos han visto en la bicicleta un auténtica pieza de arte. No vamos a hacer aquí inventario de todas ellas. Basta únicamente teclear en google la palabra “bicicleta” para tomar conciencia de hasta dónde ha sido capaz de llegar con sus pedales este vehículo y de cómo muchos usuarios, como dice Mario Benedetti, decidieron “dejarse media vida en los pedales de la bicicleta”.
Sería interesante que todo artista incluyera en su repertorio la bicicleta. Y sería aún más interesante que las bibliotecas les dedicaran alguna guía bibliográfica o alguna sección.
Queremos que estas bicis con historia y muchos recuerdos, formen parte de vuestras vidas. Que os evoquen vuestras propias historias. Que os animen a compartir vuestros sueños.
En muchos de estos escritores se advierte una admiración personal por la bicicleta, otros incluso se sienten comprometidos con las Asociaciones que defienden su protagonismo en la ciudad. Miguel D’Ors, incluso, llegó a escribir, pedaleando, algún que otro poema.
Julio Cortázar nos recuerda, señalando a Horacio: “Más cosas hay en una bicicleta de las que imagina tu filosofía”. Nosotros hacemos nuestra esta idea para invitaros a imaginar las historias que callan cada una de estas bicicletas: cuántas manos, piernas, miradas, ideales habrán movido la cadena de cada una de estas bicicletas. Una de ellas, diseñada por Schindler, tal vez salvó del holocausto a algún judío. Otra paseó a más de una mujer, sin temor de que sus finísimos vestidos se engancharan en los radios. Otra enseñó a más de una pareja a ver la vida en común. Otra avivó la ilusión en muchos niños de ser auténticos caballeros. Otra tal vez sirvió de utilidad a algún limpiacristales. Y otra enseñó, a más de una mirada, que la imaginación también se asienta sobre una bicicleta.
Bicis curiosas, raras, con historia que alientan nuestra fantasía y nos invitan a pensar en una ciudad de verdad donde todo puede ir sobre ruedas, o donde, tal y como dijo Benedetti en un poema, “los concejales vayan en bicicleta / del otoño al verano y viceversa”.

Estos son algunos de los textos:


APARICIÓN

Los talleres, el lento despertar
de un motor que preludia el desencanto.
Comienza el barrio a hablar.
Sudor y contrabando.
Bajo un lunes de plomo, la ciudad
grita lo que se veden.
Aliento gris, colmillos de cristal;
así vive la gente.
Pero dejemos ya
de traficar con la tristeza;
entre tanta magnolia de alquitrán,
tú en bicicleta.

Ramón Repiso
Colchonería moderna



ODA A LA BICICLETA

Iba
por el camino
crepitante:
el sol se desgranaba
como maíz ardiendo
y era
la tierra
calurosa
un infinito círculo
con cielo arriba
azul, deshabitado.

Pasaron
junto a mí
las bicicletas,
los únicos
insectos
de aquel
minuto
seco del verano,
sigilosas,
veloces,
transparentes:
me parecieron
sólo
movimientos del aire.

Obreros y muchachas
a las fábricas
iban
entregando
los ojos
al verano,
las cabezas al cielo,
sentados
en los
élitros
de las vertiginosas
bicicletas
que silbaban
cruzando
puentes, rosales, zarza
y mediodía.

Pensé en la tarde cuando los muchachos
se laven,
canten, coman, levanten
una copa
de vino
en honor
del amor
y de la vida,
y a la puerta
esperando
la bicicleta
inmóvil
porque
sólo
de movimiento fue su alma
y allí caída
no es
insecto transparente
que recorre
el verano,
sino
esqueleto
frío
que sólo
recupera
un cuerpo errante
con la urgencia
y la luz,
es decir,
con
la
resurrección
de cada día.

Pablo Neruda
Tercer libro de las odas


I

Un ángel checo pasea en bicicleta.
Conduce despreocupado.
Le persiguen dos caballos.
Por unas cuantas monedas
-muchas menos de treinta-
lleva tu carta en la mano,
deja mi amor en tu puerta.

Ángel M. Gómez Espada
Un amor checo



NOS AMAMOS EN UNA BICICLETA


Ayer tú y yo, en un solo beso para la vida,
en el amor que nos conoció a los quince años
y yo pedaleando para un nunca llegar tarde a tu corazón.
Fuimos nosotros los que inventamos el beso en una bicicleta,
la edad de las miradas con un cuaderno en la mano.
Fuimos nosotros, los que sin respirar, nos cansamos de viajar,
y ayer, sólo ayer, las calles dicen: Allí van, son ellos!,
pero fue tan rápido que pedazo a pedazo nos despedimos.
Tú y yo, querida, ahora quizás dónde, dónde volveríamos a rodar,
dónde volveríamos a comandar dos ruedas como a un barco,
dónde volveríamos a conquistar los mundos con un sueño.
Eso no me importa, porque en mi memoria tengo un niño despierto,
llevo a ese revoltoso quinceañero en los dedos del alma,
tengo aún, eso años diminutos como zapatos de liceano.
Entonces, será a las siete, te pasaré a buscar como cochero
subirás en mi caballo veloz con rayos de aluminio,
dispuesta a saltar a la gloria al besar cada calle,
recostándote en cada parada para retomar las fuerzas.
Entonces, será a las siete, cuando llegue a tu casa,
salgas a recibirme como ansiosa de la nueva carrera.
Entonces, son las siete y recuerdo tu mano en la mía,
riendo del pedaleo en mañana y tarde,
cuando nos amamos en una bicicleta sobre la vida,
cuando se me vienen los quince felices años,
ahora que son más, sin bicicletas ni sueños.

Santiago Azar
Canto a la Colorina y otros poemas


DE LO QUE CONTESÇIÓ AL ARCIPRESTE CON LA SSERRANA BICICLETA E DE LAS FIGURAS DELLA


La habría el Arcipreste amado a la bicicleta con gozo nupcial, la habría en cada cuerda acariciado, deseado por vedette piernilarga en el carrousel de aqueste gran fornicio que es la Tierra, profundizado con ciencia de aceite por máquina suntuosa, pedaleado hasta el paroxismo olor a fucsia en la fermosura de la moza.
Montado así en arrebato tan desigual cómo hubiérala nadado con arte esquivo haciendo uno timón y manubrio sin saber por dónde desembarcar, alazana como es la imantación de la seda entre rueda y muslo, cómo por medieval que parezca el gallo y la cresta del mester del gallo, bodas hubiera habido por el suelo de algún Don Arcipreste abrupto que otrora fuera carnal y sacramental, bodas con
extremaunción y alambre, bodas de risa con misa y otras astucias, ¿quién lo manda a desear la costilla de su prójimo, a verdear con cualquier loca por allí, a andar viendo mujer en cada escoba con joroba?, ¿aluminio donde no hay más que exterminio?, ¿quería maja? Bueno, ahí tiene mortaja

Gonzalo Rojas


A UNA CICLISTA

Por la calle se desliza
la pérfida bicicleta. Jorge Guillén

Entre autobuses, entre corazones,
entre los olmos, entre los vallados,
entre almas atónitas, por puentes,
exhalada tu firme bicicleta.
Te sigue el río de la carretera,
tierno su duro arbitrio conmovido,
respondiendo a tu llanta con lamentos:
Te pierdes. No te pierdes. Te persigo.
¡Qué júbilo sin prisa en lo que es llano!
¡Qué salto en los collados repentinos!
¡Qué dejarse caer por las cañadas,
exhalada tras ti, la carretera!
Siguiéndote va, helada, cuando tuerces,
y ¡qué lento suspiro cuando un valle te traga,
qué alto grito cuando una loma justa te devuelve!
Bella ciclista,
tu ave de pedales conduces por un aire de jardines,
de prados, aguardando entre los troncos
a que estalle final la primavera.
El viento en tus oídos te proclama
única emperatriz de los ciclistas.
Te persigue, te pide los cabellos;
tú se los das y te los va peinando.
-«Nadie me espera, nadie me despide;
mis cabellos y el viento, los pedales,
los troncos y los ríos so los puentes;
sin partida o llegada, siempre voy.»
Siempre va, siempre va, aunque suspiren
árboles melancólicos, y lloren
los ojos de los puentes ríos de llanto.
No pesa el corazón de los veloces

José Antonio Muñoz Rojas


CAPERUCITA BLANCA

El vendedor de bicicletas se adentró en el bosque. El otoño también.
Los animales más tímidos saludaban alegres al paso de un furgón desvencijado que dejaba en el aire un sonido metálico. En el barro, unas huellas extrañas de animal mitológico advertían del paso del depredador.
Aquel rugido ronco de motor oxidado y el extraño graznido del claxon alborotaron el color del bosque.
La paz de aquel paisaje –dormida en el colchón de hojas de eucalipto– sacudió su silencio, agitó el plumaje y voló en estampida.
Al fondo del bosque siempre hubo una casa: tejado de pizarra con varias sumas y fracciones aún por resolver, puerta de forja, pared de adobe, ventanas de pavés y chimenea altísima.
En el jardín, en medio de los caracoles, una joven desnuda recogía la ropa de la cuerda curtida por el sol.
Una abuelita escondía la mirada entre las páginas de un cuento mecida en el columpio del jardín.
–Buenos días, señora –dijo el vendedor de bicicletas después de salpicar sobre las flores el café de los charcos, y prosiguió su camino a lomos del vehículo.
–Hoy vamos a ir a visitar al lobo –dijo la joven, ahora vestida.
–Hoy –repitió la abuela.
–¿Qué tal estoy? –preguntó la joven haciendo girar su vestido blanco, lleno de margaritas.
–Muy hermosa –contestó la abuela sin levantar los ojos de aquel libro.
–Hoy es un día grande –gritó la niña.
Minutos después, abuela y niña, cabalgaron en sus bicicletas por el bosque silbando una canción azul.
–La ciudad nos aguarda, hijita.
En la cestita de su bicicleta, la abuela había colocado con extremo cuidado varias docenas de huevos y un ramo de magnolias frescas.
Pronto llegarían a la ciudad, donde los altos hornos de las fábricas dibujaban sobre el cielo extraños árboles de humo.
–Ningún leñador –pensó la niña– sería capaz de abatir de un solo golpe de hacha aquellos duros troncos de las chimeneas.
Abuela y joven dejaron en la plaza sus cansadas bicicletas y pasearon de la mano hasta la iglesia. Una vez allí –era domingo–, la joven caminó vestida de princesa hasta el altar.
–Buenos días, señor Lobo.
–Buenos días –contestó amenazadoramente el señor cura.
–Buenos días –dijeron todos los presentes, incluida una niña pálida con sus siete amigos.
Afuera, en la calle, aguardaba el futuro. Tal vez uno de esos finales con perdices y un cohete saliendo por una de las chimeneas.
Junto a las escaleras de la iglesia, relucientes como insectos de domingo, pastaban en la hierba ocho bonitas bicicletas.

Raúl Vacas
Inédito


Podéis hacernos llegar vuestros textos sobre bicicletas a guardabarros@hotmail.com

6 comentarios:

  1. Cachis, yo no tengo bicicleta aquí pero se lo diré a unos amigos que querían hacer alguna cosa con la bicicleta por la ciudad a ver si se apuntan.

    Me ha encantado la entrada, es cierto, cuando te montas en una bicicleta siempre te vienen recuerdos del pasado y es una aútentica maravilla, yo de vez en cuando me monto en la mia para quizás volver un poco a la infancia y volver a pedalear hasta donde el tiempo o el cansancio te deje.

    Los textos me ha encantado el de Pablo Neruda (me encanta ese hombrecillo), el de Santiago Azar y el tuyo.

    Hasta la próxima entrada.

    Saludos

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  2. Me dispongo a leer toda tu entrada, pero primero he de decirte un par de cosillas.

    No me importa que me agregues, es más, te lo agradezco, ya que me hace mucha ilusión. Por supuesto, tú también estás agregado.

    Tu libro, lo buscaré, prometido... =)

    Y sobre el instituto... Me queda terminar 1º Bach [Este año] y 2º... Y me da mucha pena dejarlo... Están mis compañeros, y profesores de los cuales me separaré, y la relación con todos no será la misma... =(

    Ah! Olvidaba agradecerte también que me dijeras en el comentario que escribo bien... No es para tanto, pero me arrancaste una sonrisa.

    Ahora ya sí, comentaré 'las bicicletas para el recuerdo'.

    Es cierto que cada vez que nos subimos al sillín de nuestra bicicleta, recordamos nuestra infancia sobre los pedales. Es más... Recordamos discusiones con nuestros padres, porque querían regalar la bici, que nos quedaba ya pequeña, a algún primo de menor edad. Recordamos risas, caídas, paseos, amistades... Todo buenos momentos.

    Con lo que has escrito, me han dado unas ganas enormes de montar en bici, y viajar por el mundo de los recuerdos...

    A decir también, que todo el mundo en su juventud, quiere tener una moto o un coche, pero que cuando tiene lo deseado, echa de menos el ejercicio de pedalear.

    Para terminar, felicitarte por 'La caperucita blanca'. Me ha encantado.

    Un beso

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  3. Anónimo10:49 p. m.

    http://fogonazos.blogspot.com/2007/05/el-ascensor-de-bicicletas.html

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  4. Es curioso este texto, al que he llegado por 'locura ordinaria'. Yo hace nada dejé un post sobre mi bicicleta, porque precisamente al subirme sentí todo eso que describes aquí. Me encanta mi bicicleta y todo lo que supuso y supone. Y no conocía tantos textos referidas a este vehículo a pedales, así que, gracias por la información.

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  5. Balada de la bicicleta con alas

    Rafael Alberti


    A los cincuenta años, hoy, tengo una bicicleta.
    Muchos tienen un yate
    y muchos más un automóvil
    y hay muchos que también tienen ya un avión.
    Pero yo,
    a mis cincuenta años justos, tengo sólo una bicicleta.

    He escrito y publicado innumerables versos.
    Casi todos hablan del mar
    y también de los bosques, los ángeles y las llanuras.
    He cantado las guerras justificadas,
    la paz y las revoluciones.
    Ahora soy nada más que un desterrado.
    Y a miles de kilómetros de mi hermoso país,
    con una pipa curva entre los labios,
    un cuadernillo de hojas blancas y un lápiz
    corro en mi bicicleta por los bosques urbanos,
    por los caminos ruidosos y calles asfaltadas
    y me detengo siempre junto a un río,
    a ver cómo se acuesta la tarde y con la noche
    se le pierden al agua las primeras estrellas.

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  6. Todo lo que dijiste es cierto. Tenía que hacer un trabajo para la facultad, y al leer una nota sobre la bicicleta como recuerdo, se me vinieron mil ideas a la cabeza. El viernes pasado intervine en mi barrio con stencils.. con frases que hacían alusión a la bicicleta y al recuerdo que las bicicletas nos traen, tratando de invitar a la gente a que vuelva a subirse a una. Buscando un nombre para mi intervención, me topé con tu entrada. Muy buena.

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