Pasa al interior y ponte cómodo

30.1.07

La ausencia



Echo de menos la primera caricia, el amor estrenado, el lenguaje del llanto. Echo de menos tu ombligo, tus manos breves, tus sueños nítidos, la forma de abrazarme contra el frío y la noche, tus palabras tranquilas, tu mirada exacta.

La ausencia, cuando se instala en el corazón y la memoria, se convierte en equipaje del silencio, manual del exiliado, turrón de la viuda. Nadie es ajeno a la ausencia. Nadie que no sientan la palabra vacío en el estómago podrá decir que está rotundamente vivo.
Esas son fechas para contabilizar carencias y echar en falta un abrazo, un regalo, un hogar, un anuncio. El amor es suma de ausencias y presencias, un menú elaborado con presentes y pretéritos en la medida justa.
Basta con perder algo para recordar el lugar que ocupaba en nuestra pirámide isósceles de querencias, para otorgarle de nuevo su valor y recuperar su sentido primero.
San Antonio y San Cucufato entienden, ya sea por devoción o coacción, de pérdidas reparables e irreparables y a ellos acudimos, en primera instancia, cuando echamos algo en falta.
Hace unos días perdí la cartera y con ella una parte de mi vida: el bono del metro que nunca cogí, un surtido de fotos atadas al recuerdo, las tarjetas sin crédito, mis carnés poco hechos, mi identidad. Pero sentí mucho más tu ausencia de dos días. la ausencia que, en palabras de Borges “... me rodea / como la cuerda a la garganta, / el mar al que se hunde.”. La ausencia que al instante se presiente y que Neruda distribuye en la palabra “nosotros”: “Apenas te he dejado, / vas en mí, cristalina / o temblorosa, / o inquieta, herida por mí mismo / o colmada de amor, como cuando tus ojos / se cierran sobre el don de la vida / que sin cesar te entrego.”.
Sólo el recuerdo de lo perdido mitiga el vacío de la pérdida. Solo su regreso al presente. Perder es importante para aprender a ganar. Perder es importante para sentir. Perder es importante para vivir: perdemos la inocencia, la virginidad, el sentido, la vista, el oído, la vida, perdemos el amor. Pero la oficina de amores perdidos, aún brilla por su ausencia.


Imagen: Victorino G. Calderón


Publicado en el semanario "Avuelapluma" de Cáceres

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