Pasa al interior y ponte cómodo

26.4.06

Cuatro monjas


A María Santísima, con devoción y flores

Del libro: Al fondo a la derecha

Ayer vi cuatro monjas de clausura corriendo por la calle Compañía. Cuatro monjitas extranjeras y asustadas lejos de su rebaño y su pastor, tocadas hasta abajo de harina y regaliz.
No sé adónde corrían tan de noche, ni por qué vísperas del lunes dirigían sus pasos. Lo cierto es que allí estaban, complacidas en extrañas misiones evangélicas.
Ya sé que es muy extraño esto que escribo, pues tales señoritas –casi en extinción– no tienen hábito de andar, hasta tan tarde y sin permiso, por esos mundos de Dios. Pero allí estaban, tan hermosas, bajo una luna dulce y obediente, inflamada de alcohol y de sospechas. Una luna redonda y amarilla como el cuerpo de Cristo en misa de una.
Tal vez eran las cuatro monjas del Apocalipsis; los cuatro puntos cardinales que –según Vicente Huidobro– en realidad son tres: el Sur y el Norte; tal vez eran la encarnación de las cuatro estaciones, con olor a Vivaldi y Telepizza; o las cuatro esquinitas que tenía mi cama en los rezos de antaño.
Ayer de madrugada, día del Señor, vi cuatro monjas por la calle Compañía. Ayer, que no bebí ni un solo whisky ni conocí los frutos de la maría virgen. Ayer, que paseaba para huir del ruido de la guerra.
Cuatro monjitas huérfanas y geométricas unidas de la mano y la sonrisa, escudriñando el mundo en las esquinas, encomendándose al frío y a los sueños y anudando su hipo en la garganta. Cuatro monjitas bellas y espaciales con la mirada llena de barrotes. Cuatro sores quirúrgicas y libres salidas de algún sueño de Almodóvar.
¿De quién huían esas cuatro monjas? ¿A qué dios de la noche encomendaban sus promesas? ¿Qué extraña vocación o apostolado profesaban? ¿Huían de San Pablo y los Corintios? ¿Del mundanal descanso? ¿De un antiguo convento que se quedó sin pájaros?
Insisto una vez más: ayer de madrugada vi un cuarteto de monjitas por la calle Compañía. Cuatro monjitas dulces e infantiles, cuatro ovejitas locas, inocentes, descarriadas, pidiéndole favores a la noche y aguardando a los lobos. Cuatro novicias muy hermosas que endulzaban sus ojos con extrañas palabras y alumbraban sermones y miradas oscuras.
Tal vez eran las cuatro fases de la luna, las cuatro sotas de la baraja, los cuatro gatos de una noche amarilla por los cuatro costados, cuatro retoños del Señor que fueron apagándose en la calle y la distancia.
Hoy las recuerdo bien y me sonrío. La luna que las vio tan sólo dijo: guau.

2 comentarios:

  1. qué regalo más lindo el que me hace, hijo mío, ahora que ando en tierras indómitas. tierra indómita puede ser cualquiera, mientras cumpla con las condiciones en algún momento de la Obviedad... sus monjitas vuelven a poner riel al Asunto en el lugar donde pacen, por ahí caminan los peces, vocean los pájaros de un convento que se les perdió, silba la Imaginación, un silbo oscuro, remoto... lleno de misterio todo, los caballos salen a llorar, se comen los pozos, los perros andan a tientas por el bosque, el mamífero se hace marsupial, el marsupial no encuentra la mejilla alimenticia y se olvida de la bolsa, el huevo es huevo de ornitorrinco, en fin, todo conduce, complace, libra. ¿sabe Ud. que en Santiago de Chile hay una calle muy conocida, en pleno centro de la ciudad, que se llama Compañía, por la Compañía de Jesús? ¿no andará Ud. por estas compañías? ¿en buenas o malas compañías? denuevo agradecimientos. será Ud. recordado
    Recordatriz

    ResponderEliminar
  2. Anónimo4:15 a. m.

    Hoy, fumando, intentando estudiar y de paseo por el google probé suerte a ver si encontraba algo tuyo. No sé si te acordarás pero te conocí hará ahora más o menos un año en una de esas noches de poesía y música...Luego me cortó mandarte cosas pero prometo hacerlo con más tiempo y leer tu blog también. un beso de una salmantina

    ResponderEliminar