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9.2.19

Entrevista a Gonzalo Rojas, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana


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“No soy un literato literatoso”

La Universidad de Salamanca emprendió, con Gonzalo Rojas, un ciclo de recitales y coloquios con el que pretende acercar la poesía a los jóvenes.
El poeta chileno, premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, invitó a su auditorio “a escribir en el viento”.


-Pregunta: ¿Cómo reconciliaría la poesía con la gente joven?
-Respuesta: Esto es una urgencia de nuestros días. Yo no propongo una defensa de la poesía en la cuerda estrictamente literaria. NO soy un literato literatoso. Creo profundamente que no hay divorcio entre la imaginación científica y la imaginación poética. Pienso que debería haber en las Universidades, de nuevo, una atención a la palabra poética pero en diálogo con el ejercicio científico.
¿Qué es lo que ha pasado con la juventud? ¿Qué ha pasado para que se haya pospuesto la palabra poética y la adhesión de la juventud a la poesía? Creo que es esa suerte de anquilosamiento en lo meramente literario. El hombre de hoy, que se mueve por otras dinámicas, se cansa. Se podrían hacer, tal vez, seminarios, talleres, diálogos sobre estos temas de ciencia y literatura.

-P.: ¿Cómo recuerda usted sus poemas de juventud?
-R.: Yo no era ningún dechado. Era un hombre moroso: aprendí a escribir demorándome y no tenía ninguna impaciencia. No tenía ningún ánimo de publicidad. Simplemente escribía mis papeles, los anotaba casi en el aire. Esto era una germinación de pensamiento, no más. Vigilaba mucho la armazón, el instrumento. La imaginación puede estar disparada a toda velocidad, pero el instrumento ha de estar aquí, en la mano. La verdad es que uno no sabe de lo que escribe y, sin embargo, sabe.

-P.: El humor y el erotismo son claves importantes en su obra.
-R.: Yo creo en el eros más allá del gozo sensorio, en un eros me lleva a una libertad en todo sentido. He escrito texto de apariencia erótica, pero eso no tiene nada que ver con lo porno. Parezco un libertino, un lascivo para los que no me sepan leer. Pero en el fondo de ese libertino hay un místico concupiscente.
El humor es decisivo. Cuando el poeta se pone sentimental, cuando se desquicia en un patetismo, hace un arte menor. En cambio, el que trabaja desde la ironía y el humor establece una buena distancia e incluso se divierte un poco. Hay que tomar el mundo como es, como viene, un poco rientemente. Aunque te mueras. Eso no importa nada.

-P.: Usted dice no considerarse un poeta panfletario…
-R.: Yo siempre he atendido a la circunstancia histórica y social y a todos los problemas que implican la injusticia, el horror. Hace algún tiempo las dictaduras primaban, no hay que olvidar esto.
Seguramente no carecían de una utopía en un primer momento pero se convirtieron en situaciones policiacas, menesterosas de libertad. Frente a todo esto yo tuve una postura fuerte, terca, clara, pero sin entrar en la consigna, en el panfleto que e tan odioso y feo. Cada vez que escribí un poema, lo escribí con la máxima libertad y desde un grado más bien herético. Yo he escrito poesía política y no reniego de ello, todo lo contrario, porque la he hecho con cautela y sin hacer concesiones a la baratija.

-P.: ¿Cuáles son las circunstancias que le invitan a escribir?
-R.: La maravilla del mundo, este disparate, este absurdo. Vivir entre estas urgencias, en esta vibración tan difícil de lo contemporáneo. Yo escribo siempre desde la circunstancias y desde las contradicciones, desde lo que se me da como contradictorio. Ya les conté que se murió mi mujer. Yo me imaginaba morir, me estremecí, por supuesto, por su desaparición, y seguiré sufriendo mucho, sin duda, pero la vida es la vida y hay que asumir también desconsuelo. Ustedes ven, no soy un pesimista radical.


Tomás Sánchez y Raúl Vacas 
Salamanca, 16 de octubre de 1995

Entrevista a Desiderio García, mozo de laboratorio de la Facultad de Medicina


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“Yo cojo un cadáver como quien coge un cenicero”

Desiderio García Sánchez ocupa, sin duda, el puesto de trabajo más fúnebre de la Universidad de Salamanca. Su labor diaria transcurre entre huesos, frascos de formol y cadáveres diseccionados. Él es mozo de laboratorio en la Facultad de Medicina.

A Desiderio García se le conoce en la Facultad de Medicina como “Desi”. Esta familiaridad no sorprende a nadie, ya que lleva 35 años desempeñando allí su trabajo como mozo de laboratorio. En ese tiempo ha conocido a varias generaciones de alumnos y profesores, ha visto construir el edificio que hoy ocupa la Facultad de Medicina y se muestra muy orgulloso de todo ello. Aún guarda el recuerdo del antiguo edificio de Fonseca donde una vez fue retratado por las cámaras de la televisión en el programa “Vivir cada día”.

Cadáveres 

“Desi” empezó a trabajar a los siete años en la Facultad como ayudante de su padre. Cuando éste dejó la plaza, “Desi” le sustituyó. Tal vez sea por eso que no siente el menor rechazo a la hora de trabajar con cadáveres. Su labor consiste en prepararlos para que los futuros médicos realicen sus prácticas: “Yo cojo un cadáver igual que un cenicero o cualquier cosa y no me impone nada. Tengo que sacar los huesos, las calaveras, los cadáveres y colocarlos en las mesas de las salas de disección”. Además e esto, Desiderio debe preparar los cuerpos para poder “trabajarlos”: “Cuando traen un cuerpo hay que afeitarlo entero”, dice. “A veces me piden unos huesos y tengo incluso que descarnar los cadáveres. Hay que cocer las parte a descarnar y luego quitarle la carne, ya reblandecida. Una y otra vez, hasta que queda el hueso blanco”

Pese a la frialdad que demuestra al hablar de su trabajo, Desiderio ha pasado por duros tragos que le han marcado. Recuerda éste como uno de los peores: “Una vez trajeron unos cadáveres en mal estado, pues ya les habían hecho la autopsia y no estaban embalsamados. Estos fermentaron y hubo que sacarlos con mascarillas. Me dio tanto asco que desde entonces ya no como carne; sólo embutió y sesos porque los demás se me hace estopa en la boca. Antes, incluso me comía el bocadillo entre los cadáveres. Desde aquel día ya no”. También confiesa haber pasado por experiencias que le han sobrecogido: “Hace unos años descarriló un tren en Fuentes de Oñoro. Yo tuve que ayudar a transportar los cadáveres y, a una mujer embarazada que traían muerta, le sacaron la criatura viva de las entrañas.

Alumnos 

Desiderio conoce muy bien cuál es la reacción de los alumnos de Medicina al enfrentarse a un cadáver por primera vez: “Hay alumnos, sobre todo las niñas, a los que les da cierto reparo. Sin embargo, otros hasta se ofrecen para ayudarme a sacar los cadáveres del depósito”. Para los alumnos es muy importante que el depósito de cadáveres esté bien provisto, ya que de ello dependen sus prácticas. Desiderio afirma que “hay momentos de escasez, ya que los cuerpos se obtienen únicamente de las donaciones y de la gente que muere sin que nadie reclame su cuerpo”.

“Desi” está acostumbrado a la muerte, pero no ha perdido por ello su sensibilidad: “Cuando muere algún conocido no me quedo tranquilo hasta que lloro”. Su naturalidad y sencillez le han hecho merecedor del afecto de los alumnos. Sobre ellos opina que “los de antes era más listos, más empollones. Ahora hay muchos que son muy buenos y llevan todos los apuntes al día, pero también los hay muy malos”. Esta distinción, sin embargo, no impide que Desiderio trate a todos por igual: “Yo soy muy respetuoso con los alumnos y los trato con mucha amabilidad, quizá es por eso que me aprecian tanto”.


Tomás Sánchez y Raúl Vacas
Fotografía: José María Peña
Salamanca, 9 de octubre de 1995