Con la venia
(Alegato en favor del sentido común ante una
sociedad contaminada por la política, la publicidad, y la televisión basura).
Nos están engañando. Somos víctimas de los crupieres políticos, del imperio de
la publicidad, del gran circo mundial que es la televisión. Día a día tratan de
anestesiarnos con mil y un argumentos envenenados, de hacernos creer en todo
cuánto nos inyectan vía oral, de anular nuestros sensores de la realidad e
imantar los sentidos. Y apenas nos damos cuenta. O si sentimos en la piel el
aguijón no le damos la mayor importancia.
Es un trabajo lento, minutado, de auténtico
desgaste, que acaba por libarnos la conciencia y el sentido crítico. Que nos
invita a la mediocridad y al conformismo. Que nos tatúa la desconfianza en la mirada.
Que nos priva de los mejores sentimientos y valores. Que expone nuestras
vísceras para el disfrute del ave carroñera.
Y una y otra vez caemos en la trampa y el engaño con
distinto cebo. Y de nuevo somos espectadores de lujo de un espectáculo televisado
a diario. Y es posible que no sepamos nada del vecino de al lado; ni de la
viuda del segundo y de su hijo parapléjico; de nuestro primo el de San
Sebastián que ya no cree en la autodeterminación; de nuestro abuelo el que
murió en la guerra en sabe Dios qué bando. Y es posible que creamos ciegamente
en lo que airean los periódicos, sin admitir otra versión. Que adoptemos otras
voces como nuestras, sin márgenes para la crítica y el juicio propio. Que al
final caigamos en la escombrera de la desesperanza y pensemos que todo, o casi
todo, está manipulado y aliñado con intereses, hasta la cultura.
Claro que nos engañan. Nos venden el sueño del
camino y el dinero fácil. Nos seducen con la más fina lencería publicitaria.
Privatizan nuestras vidas. Nos invitan a tomar parte de la nueva era, o el
nuevo erial. Nos enseñan que el amor es similar a la excursión de fin de curso.
Inoculan la mentira en sus palabras. Compran nuestra atención y nuestros votos
con pirotecnia barata. Dinamitan la moral del más débil. Y nos hacen cómplices
de sus equívocos y miserias.
Y frente a esta operación de contrabando ético y
estético apenas bostezamos. Nada viene a tambalear nuestra individualidad.
Nadie nos da una honda para luchar contra el gigante. Nadie nos moviliza contra
el miedo. Nadie nos hace creer en la verdad, la sinceridad y la humildad como
única ideología posible.
Que buena falta nos hace, para cambiar las cosas, un buen supositorio de
utopía.
Me encanta tu llamamiento a la despereza y al despertar cerebral, que no los tienen totalmente adormecido.
ResponderEliminarUn gran abrazo amigo.
Bravissimo.
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